¿Me arrepiento de haberme ido?
Hace un tiempo que tenía ganas de sentarme y reflexionar sobre estos últimos años. Cuatro años que dejé el mundo corporativo argentino para emprender la que fue mi más grande aventura de vida. A decir verdad, no era la primera vez que me iba de Argentina sola. Ya lo había hecho a los 18 años con un intercambio estudiantil y luego en otras oportunidades por uno o dos meses o mismo por trabajo a Perú.
Pero esta vez estaba decidida a irme en principio por unos ocho meses. Yo sabía que necesitaba algo muy importante: tener el pasaporte italiano para poder circular libremente y tener el derecho a trabajar en Europa. Porque quería terminar en Europa. Sin embargo, antes fui un año a Israel. Entre sudeste asiático, India, Tíbet, voluntariado en Etiopía ( pueden leer más en esta nota sobre voluntariados y esta nota sobre intercambio estudiantil) y Francia donde me quedé unos años, fueron un total de cuatro años que me lancé a un viaje sin fecha de regreso establecida.
Fueron cuatro años en los que no hubo cumpleaños, ni casamientos, ni asados, ni tanta espontaneidad como si la hay, creo yo, en Argentina, mi país, o en muchos países de Latinoamérica (son diferentes culturas también por lo que no es reprochable). Cuatro años donde perdí la cotidianeidad, de saber de la gente que me rodea. Donde no gasté en ropa, como en tiempos pasados, ni en regalos. Porque necesitaba priorizar. Hoy en día con las redes sociales, mi cuerpo está en Europa, pero a veces mi mente en Argentina, miro la tv online, uso WhatsApp todo el tiempo, pudiéndome comunicar gratis con gente de todo el mundo. Cuando me fui a mis 18 años no era así, había que tener un teléfono fijo y las llamadas de larga distancia eran bastante costosas.
Cuatro años sin una rutina, donde trabajé, viajé, estudié, donde conocí muchísima gente, de miles de lugares y donde nació esto que di en llamar “Turismo no convencional” porque quería reunir todo ese turismo insólito que empezó, podríamos decir, cuando decidí ir a pasar mi cumpleaños a Chernóbil.
Muchos me dirán “estas locas”, otros tanto “me encanta ver lo que haces”, “me gusta porque es como que viajo con vos”, otros me dicen que ni locos hacen lo que estoy haciendo y es válido. Normalmente, la gente espera las vacaciones para, en caso de poder viajar, ir a descansar a una playa bonita y yo amo la playa, pero también me gusta ir a esos destinos no convencionales.
Cuatro años en los que me perdí, baby showers, festejos de 30, de 40 y de 50, aniversarios, asados, asados y asados….
Y si me preguntan si me arrepiento, la respuesta es básicamente “No”, porque la que eligió este modo de vida, podríamos decir, fui yo. La que durmió con ratas en refugios de alta montañas, al lado de un volcán activo, en hostales con veinte personas en la habitación, pasando terremotos, situaciones de violencia en algunos países, pero que lo positivo fue mucho más que lo negativo. Y quien eligió vivir en 12 metros cuadrados en el centro de Paris, para estar bien ubicada y ahorrar parte de su sueldo para así poder financiar sus viajes. Porque estar bien ubicada, es decir en una capital central europea, ganar en moneda extranjera y gastar lo mínimo posible en el alojamiento fue lo que me permitió poder hacer los viaje que hice.
Antes, recuerdo tener mi placar lleno de ropa, y combinaba la ropa, y tenía buenas prendas. Hoy en día, me convertí en “minimalista”. Tengo lo que necesito, que no quiere decir que sea feo o de mala calidad. Lo que sí tengo son 158 imanes que es lo que más valor tiene para mí, la ropa va y viene. Logré recuperar a mi amada bandeja con patas argentina y las mantitas que le tejió mi bisabuela española. Y las llevo por todo el mundo conmigo.
Porque muchos días me levantaba y me preguntaba, por qué estaba viviendo en 12 metros, donde muchas veces me asfixio, porque claro es no estaba acostumbrada. Una viene de países con espacios grandes. De hecho, tengo un baño en el “studio”, así le dicen a los departamentos pequeños, porque muchas veces el baño se comparte en un pasillo.
Y en Paris, todo es muy caro y por ello doy gracias que conseguí este lugar ya que hay gente que inclusive vive en 8 metros cuadrados.
Y hoy en día decidí que necesito asentarme un poco, vivir un poco más comoda, poder invitar gente a mi casa, amigos que vengan de visita a Europa y que se queden conmigo, y eso sé que haría que gaste más dinero en mi forma de vida y no tanto en viajes. Y me pone contenta que estoy aquí por haberme movido, porque si no hubiese trabajado en Israel y con los contactos que hice allí, no estaría seguramente en Paris. Todo es un ida y vuelta y siempre una cosa lleva a la otra. Y no todo lo que se muestra en las redes sociales es color de rosas, pero es verdad que si nunca me hubiese animado a irme y a emprender esta aventura no hubiese podido escribir todo esto. Si evaluas hacer algun intercambio, voluntariado, irte por trabajo, te digo que te animes, que en el mundo siempre hay gente que te va a ayudar! ¡Anímense!
Pueden leer la nota sobre mi vida en Paris