¿Cómo ir al Tibet?

En verdad fui 8 días al Tibet, pero quería poner este título evocando a la famosa película de Brad Pitt, salvo que en vez de días, fueron años.

El Tibet es una región actualmente bajo dominio de China pero supo ser una región donde el tan famoso Dalai Lama fue su líder espiritual (del budismo tibetano) y hoy en día está exiliado en India. Siempre me gustó poder visitar estos lugares que son “especiales” que no es de tan fácil acceso y que básicamente destacan por su historia y tradiciones.

De esta forma, llegar no fue difícil, pero sí hay que ir con un presupuesto holgado. Se puede acceder desde diferentes ciudades de China, en avión o en tren (por ejemplo desde Shanghái son casi dos días en tren) o desde Chengdu. En mi caso, opté por el avión desde Katmandú, Nepal. En su momento a raíz del terremoto de abril de 2015 que había afectado al territorio nepalí, la frontera terrestre estaba cerrada así que la única forma era vía aérea.

Qué se necesita

Si vienes desde China, tienes la visa china en tu pasaporte y se tramita un permiso especial. En mi caso al llegar desde Katmandú, debí gestionar en Nepal (con la agencia que contraté) ese permiso: me dieron dos hojas y una la presenté en el aeropuerto del Tibet cuando llegué y la otra cuando abandoné el país (no estamparon mi pasaporte en ningún momento y este permiso es un papel que es la “China Visa Group”). Hay que estar atentos a no perder estos papeles, ya que debido a los controles que hay en la región, te los solicitarán a menudo.

Estos permisos, se pueden tramitar en Tailandia, China, o Nepal, dependiendo de la agencia que contrates y de los representantes que tengan.

Es decir, al Tibet, se debe ir sí o sí, en tour. Podrá ser tour privado tipo familiar, o individual o uno más grande con varios pasajeros…pero no se puede ir sólo, es decir “de mochilero”.

Qué ver

Ahora hablemos de los que se ve. Es una zona ideal para trekkings, sin embargo si vas en invierno, como en mi caso que fui en enero, las temperaturas pueden llegar a los -25 ºC por lo que por ejemplo las expediciones al Everest están suspendidas hasta que las temperaturas sean más agradables. Mi tour fue de 8 días, tal como mencioné antes. Recorrimos Lhasa, la capital del Tibet, visitando monasterios y viendo las tradiciones de los monjes budistas. Lhasa es una ciudad super moderna, que combina la tecnología china con las tradiciones budistas así que tiene un encanto especial. Las rutas y autopistas son modernas también y hay variedad de comida. Una postal típica de la región es ver a los tibetanos rezando. En su plaza principal, se encuentra el Templo de Jokhang donde cada día, se puede observar a la gente caminando en círculo rezando alrededor del Templo. Una experiencia fascinante. El edificio que más me impactó fue el “Potala Palace”, residencia de los Dalai Lama, hasta que el último se exilió en India. Capaz haya sido por lo imponente de su edificación, por la historia que acarrea o capaz por ver a los tibetanos manteniendo sus costumbres religiosas…no sé qué fue o si fue un mix. Pero.. ME ENCANTÓ.

En nuestro camino hacia la segunda ciudad más grande del Tibet, Shigatse, visitamos monasterios en Gyantse y pasamos por el camino más alto del mundo, es decir una ruta ubicada a 5248 metros sobre el nivel del mar, hasta que llegamos a nuestro destino y fuimos a conocer el monasterio de Tashilhunpo, sede de los Panchen Lamas, segunda autoridad religiosa más importante en el Tíbet.

A la mañana siguiente, comenzamos nuestro camino hacia la montaña más alta del mundo ubicada en el Himalaya, cordillera que se extiende por los países de Bután, Nepal, China e India.  Para ello, si bien la idea era dormir en el monasterio más alto habitable, debido a las bajas temperaturas, dormimos en un hostal, en un pequeño pueblo con sábanas eléctricas y debiendo concurrir a un baño público ya que el del hostal se había congelado (como les comenté anteriormente, hizo muchísimo frío). Pasamos la noche allí y al día siguiente, nos embarcamos camino al Everest, es decir a la base del Everest (5200 metros). El plan era ver el amanecer en el Everest. Fue un camino largo, aproximadamente 3 horas en bus, con un camino zigzagueante, así que recomiendo no desayunar abundante. Y por fin llegamos a la montaña más alta del mundo: el Everest. Llegamos a su base y nuestra guía nos mostró dónde es que acampan los que emprenden el camino hacia su cima.

El animal más famoso de esta región quizás sea el “yak”, nativo de las montañas de Asia Central y el Himalaya y también el mastín tibetano, guardián de los monasterios tibetanos.

Fue una experiencia muy interesante poder llegar a esta región del mundo, de la que sólo sabía un par de aspectos, debido a las películas que vi o por libros que leí.

Si estas buscando un viaje que combine historia y religión, estoy segura que te va a encantar.